A partir de lo leído en clase, del material en el cuadernillo, aprendimos que el filósofo postestructuralista, nacido en Argelia, Jacques Derrida incorporo a la corriente de pensamiento posmodernista la categoría DECONSTRUCCIÓN.
El término consiste en mostrar cómo se ha construido un concepto cualquiera a partir de procesos históricos y acumulaciones metafóricas (de ahí el nombre de deconstrucción), mostrando que lo claro y evidente dista de serlo, puesto que lo verdadero en sí ha de darse a partir de críterios que son históricos, relativos y sometidos a paradojas.
En la próxima clase, deconstruiremos el concepto de amor.
Para acompañar el ejercicio, les dejo un texto que habla sobre el tema, y nos invita a seguir pensando...
Un texto más sobre el amor...
Sobre el amor platónico
¿Qué es el amor platónico? ¿Utilizamos bien la expresión? ¿Es un amor que nos inspira o nos frustra? ¿Podemos distinguirlo de otros tipos de amores? ¿Es cierto que se trata de un amor imposible? ¿Y si al final resultase que todo amor, siempre es platónico?
En su uso cotidiano la expresión “amor platónico” remitiría a una situación paradójica, ya que se trataría de un amor que combinaría al mismo tiempo lo ideal, lo inalcanzable y lo irrealizable. Nos enamoramos de alguien que representa nuestro más puro ideal de vínculo perfecto. Claro que por tan ideal, se revela imposible en sus dos facetas: suele ser alguien fuera de nuestro alcance y al mismo tiempo fuera de toda posibilidad. Lo paradójico reside en que sin embargo anhelamos ese amor como si fuera posible. Es más, muchas veces lo damos por real (en esa frontera difusa entre lo real y lo espectral) y ese amor platónico se vuelve una fuerza motora para nuestra existencia cotidiana. Casi como si lo que importara en definitiva, no fuera tanto el vínculo concreto sino lo que provoca y transforma en uno. De allí que el amor platónico tiene mucho de religioso, pero en ese lugar donde lo religioso se corporizó en idolatrías de todo tipo: desde héroes del deporte o del espectáculo hasta valores como el dinero, el placer o el consumo. O en ese lugar, como sostiene Marx, donde la religión y sus trascendencias nos confirman las miserias de un mundo del que por ello queremos todo el tiempo escapar.
Es que si nos remitimos a la teoría platónica del amor (que tiene algo que ver con el amor platónico, pero también difiere notablemente), se ama lo que no se tiene, esto es, el amor es la búsqueda de aquello que me completa. La idea de una naturaleza humana carente, finita, en falta, encuentra en el amor la posibilidad de su propia trascendencia. Y en el otro el medio justo y necesario para que mi propia falencia se planifique. El problema es que muchas veces el otro no encaja exactamente en la figura abierta de mi propio deseo. El problema en realidad es que el otro nunca encaja. El problema es que el amor es con un otro. O peor, el problema es que esta estructura revela el carácter espectral de todo vínculo, preocupados más por encontrar a alguien que se constituya en el otro ideal para mi propia realización. Y de este modo, el ideal obtura la diferencia que el otro trae. Y el vínculo se vuelve una relación con uno mismo, con lo que uno proyecta de sí en el otro.
Así, la idealización se vuelve una estrategia propia de quienes disuelven al otro para proyectar su propia necesidad, su propia carencia. Pero entonces, ¿no es todo amor platónico? ¿No estamos siempre idealizando y haciendo del otro lo que nosotros necesitamos para potenciarnos a nosotros mismos? Nuestro modelo ideal de pareja siempre surge de nosotros, pero sin embargo el vínculo siempre es con otro, y esa otredad –por suerte- nunca viene a coincidir efectivamente con nuestras idealizaciones. Por eso un auténtico amor con el otro nunca cierra, ni trae paz, ni es seguro, ni estable. Es más, se vuelve una revolución permanente que socava los cimientos de nuestros dogmas y prejuicios. Nos subvierte. Nos saca de nosotros mismos. Nos destierra…
Publicado en Revista Ohlalá, en Agosto del 2015
Sobre el amor platónico
¿Qué es el amor platónico? ¿Utilizamos bien la expresión? ¿Es un amor que nos inspira o nos frustra? ¿Podemos distinguirlo de otros tipos de amores? ¿Es cierto que se trata de un amor imposible? ¿Y si al final resultase que todo amor, siempre es platónico?
En su uso cotidiano la expresión “amor platónico” remitiría a una situación paradójica, ya que se trataría de un amor que combinaría al mismo tiempo lo ideal, lo inalcanzable y lo irrealizable. Nos enamoramos de alguien que representa nuestro más puro ideal de vínculo perfecto. Claro que por tan ideal, se revela imposible en sus dos facetas: suele ser alguien fuera de nuestro alcance y al mismo tiempo fuera de toda posibilidad. Lo paradójico reside en que sin embargo anhelamos ese amor como si fuera posible. Es más, muchas veces lo damos por real (en esa frontera difusa entre lo real y lo espectral) y ese amor platónico se vuelve una fuerza motora para nuestra existencia cotidiana. Casi como si lo que importara en definitiva, no fuera tanto el vínculo concreto sino lo que provoca y transforma en uno. De allí que el amor platónico tiene mucho de religioso, pero en ese lugar donde lo religioso se corporizó en idolatrías de todo tipo: desde héroes del deporte o del espectáculo hasta valores como el dinero, el placer o el consumo. O en ese lugar, como sostiene Marx, donde la religión y sus trascendencias nos confirman las miserias de un mundo del que por ello queremos todo el tiempo escapar.
Es que si nos remitimos a la teoría platónica del amor (que tiene algo que ver con el amor platónico, pero también difiere notablemente), se ama lo que no se tiene, esto es, el amor es la búsqueda de aquello que me completa. La idea de una naturaleza humana carente, finita, en falta, encuentra en el amor la posibilidad de su propia trascendencia. Y en el otro el medio justo y necesario para que mi propia falencia se planifique. El problema es que muchas veces el otro no encaja exactamente en la figura abierta de mi propio deseo. El problema en realidad es que el otro nunca encaja. El problema es que el amor es con un otro. O peor, el problema es que esta estructura revela el carácter espectral de todo vínculo, preocupados más por encontrar a alguien que se constituya en el otro ideal para mi propia realización. Y de este modo, el ideal obtura la diferencia que el otro trae. Y el vínculo se vuelve una relación con uno mismo, con lo que uno proyecta de sí en el otro.
Así, la idealización se vuelve una estrategia propia de quienes disuelven al otro para proyectar su propia necesidad, su propia carencia. Pero entonces, ¿no es todo amor platónico? ¿No estamos siempre idealizando y haciendo del otro lo que nosotros necesitamos para potenciarnos a nosotros mismos? Nuestro modelo ideal de pareja siempre surge de nosotros, pero sin embargo el vínculo siempre es con otro, y esa otredad –por suerte- nunca viene a coincidir efectivamente con nuestras idealizaciones. Por eso un auténtico amor con el otro nunca cierra, ni trae paz, ni es seguro, ni estable. Es más, se vuelve una revolución permanente que socava los cimientos de nuestros dogmas y prejuicios. Nos subvierte. Nos saca de nosotros mismos. Nos destierra…
Publicado en Revista Ohlalá, en Agosto del 2015
Lindo tema para debatir en clase, junto con el texto. Nuevamente nos invita a hacer reflexiones profundas sobre temas cotidianos, cada vez más interesante la materia. Muchas gracias
ResponderEliminarLo mismo que fran es un lindo tema para debatir y saber un poco mas de lo que es amor
ResponderEliminarRecién hoy leí el texto. Me parece muy interesante. Es un poco de tener a alguien o a algo sobrevalorado y a veces nos hace ciegos la idealización que proyectamos sobre otra persona, hecho u objeto, y cuando -esa persona, hecho u objeto- nos "demuestra" que no es exactamente igual a lo que nosotros proyectamos tendemos a frustrarnos y por lo general rendirse. Pero no es siempre ese el camino. No digo cambiar el temperamento y la percepción de lo que uno cree que es su propio ideal, si no estar abierto a algún margen de modificación y estar preparado para ello.
ResponderEliminar